viernes, 4 de abril de 2025

La Caraba


Tornavacas, tronco de madera y poyo de piedra
Tornavacas, tronco de madera y poyo de piedra

¿Dónde vas?
Voy a echar la caraba con el Pedro allí al collao Roble Solo, ya he dado el careo a las cabras hacia los Collaones y ahí están bien, si alguna golosa como la Guapa, o la Gitana se desmanda de la piara, no te preocupes que la Cani es muy buena carea y enseguida la recoge. De todas maneras no estaremos mucho rato, viene oscuro del lado de la Vera, veremos a ver si no viene alguna fusquía. Además, hay dos que están a boca parir, y tengo que estar al cuidado que no se los coman los guarros o las zorras. Si no paren hoy, de esta noche no pasan.

Tornavacas, cabras veratas sesteando en la sierra
Tornavacas, cabras veratas sesteando en la sierra

Además de las interminables jornadas de trabajo, los cabreros en la sierra de Tornavacas, se permitían alguna actividad de ocio, como era echar la caraba con el resto de cabreros que pastaban en la misma finca o en las colindantes y cercanas. Esta forma de socializar les relajaba del quehacer diario y entre ellos se ponían al día de los distintos asuntos que sucedían, tanto a otros cabreros, como al resto de las gentes del pueblo. Aunque por entonces la sierra estaba llena de vaqueros, pastores y cabreros, pues había muchas cabezas de ganado que pastaban en la sierra de Tornavacas, y eso les permitía charlar unos con otros y socializar. Prácticamente todos los majales estaban ocupados, por lo que había muchas personas viviendo en la sierra por aquel entonces. La soledad de la montaña empujaba a los cabreros a echar una caraba con algún otro que pastaba en las dehesas cercanas o en otros majales de esa misma finca. Una vez dado el careo a la piara o cuando después de haber saciado el hambre las cabras se tumbaban o ya estaban tranquilas, los cabreros se juntaban para charlar un rato. Cruzar un cerro en un momento, atravesar un hoyo, o cruzar la linde no era sacrificio alguno comparado con la satisfacción de conversar e intercambiar opiniones con los demás cabreros. Esto demuestra lo importante que es para los humanos socializar, convivir y en definitiva tener relaciones personales. Una forma de convivencia esta, que ha desaparecido de nuestra sierra, puesto que ya no hay cabreros ni vaqueros que la puedan seguir practicando, con lo que la soledad de la montaña, también se ha quedado sola.


Tornavacas, cabrero de careo con sus cabras
Tornavacas, cabrero de careo con sus cabras


Tornavacas, cabrero y su hijo ordeñando las cabras
Tornavacas, cabrero y su hijo ordeñando las cabras


Tornavacas, pastor con sus ovejas
Tornavacas, pastor con sus ovejas


Tornavacas, cabrera al cuidado de sus cabras
Tornavacas, cabrera al cuidado de sus cabras


Algo tan simple y a la vez tan complicado está desapareciendo de forma acelerada en la sociedad. Dentro del actual contexto social, la hiperestimulación a la que estamos sometidos, producto de tantos dispositivos electrónicos está llevándonos a la soledad más absoluta. Sin ser conscientes de ello la sociedad es cada vez más individualista. Ahora charlamos a través del teléfono móvil, aunque estemos en el mismo lugar físico. Compartimos infinidad de información y desinformación continuamente sin reparar en que estamos abandonando el roce, la charla y la convivencia, eso tan importante que nos hace crecer como personas, el hecho de compartir conocimientos. Puede que aún no seamos conscientes de la repercusión de nuestra conducta. Está claro que estamos perdiendo valores como personas y como sociedad. Quizá debamos repensar el momento actual y reconducir nuestra forma de relacionarnos.

Tornavacas, vecinas sentadas charlando
Tornavacas, vecinas charlando en la calle Ancha


Tornavacas, vecinas sentadas charlando
Tornavacas, vecinas charlando en la calle Real de Arriba


Tornavacas, vecinas sentadas charlando
Tornavacas, vecinas charlando en las callejas


Tornavacas, vecinos sentados charlando
Tornavacas, vecinos charlando a la sombra de un cerezo


Las gentes del pueblo también practicaban y aún practican esta forma de socializar. Echar la caraba en la puerta con los vecinos ha representado una especial forma de convivencia. Salir al fresco sobre todo en verano y charlar sin descanso de los distintos asuntos del campo u otros temas, ha dado forma a este aspecto tan bonito de los humanos. Una silla de madera, el poyo de piedra de la puerta o un tronco de madera recalzado en la calle, representaban los elementos perfectos, para el mejor escenario de convivencia. Salir al fresco a la puerta a charlar con los vecinos o con cualquiera que pasara por la calle ofrecía armonía y aportaba alegría en la convivencia vecinal. Una ausencia por completo de elementos de distracción, ni siquiera de televisión, pues en muchas casas ni la había. ¡Qué distinta forma de pasar el tiempo, tenían nuestros ancestros! Cómo buscaba la gente la manera de entretenerse pasando el rato con vecinos y familiares. Los chiquillos a veces interrumpíamos la conversación, para pedir agua o cuando el balón se colaba entre las piernas de los mayores que estaban sentados. Gesto que incomodaba siempre al interlocutor de tan apasionante relato. Una vez superada la breve distracción infantil, proseguía el debate callejero. Esa conversación tan amena y distendida se interrumpía con el paso de algún transeúnte por la calle. Un breve silencio, saludo de rigor y vuelta a la caraba. Si el sujeto era forastero, la intriga invadía a los contertulios. Una serie de suposiciones se sucedían para averiguar la procedencia o el destino del susodicho. Parece de Castilla por los coloretes que tiene, decía alguien. Este anda a jornal con el tío Celestino, los vi el otro día con la bestia por el camino de la Nava. Creo que es de las Hurdes, y ha venido a ganarse el pan, por lo visto allí no hay jornales y la gente lo pasa muy mal. En breve cambiaba el tema central de la conversación, producto de algún fenómeno atmosférico, siendo este, un tema general en todas las conversaciones vecinales. Cuando se depende del cielo para ganarse el pan, hay que estudiar con profundidad los asuntos del clima, y nuestros mayores eran expertos en esa materia. Pronto llueve, esta mañana tiraba mucho la marea y era fría. Ese era el comienzo del nuevo asunto a tratar. Así, con sencillos temas de conversación, se esfumaba ese armonioso compás vecinal en cada uno de los barrios del pueblo.

Tornavacas, vecinos sentados charlando
Tornavacas, vecinos charlando en la Puentecilla


Tornavacas, vecinas charlando
Tornavacas, vecinas sentadas a la puerta


Tornavacas, vecinos charlando a la orilla del río
Tornavacas, vecinos charlando a la orilla del río


Tornavacas, vecinos sentados a la puerta y charlando
Tornavacas, vecinos sentados a la puerta y charlando


La costura también era un buen aliciente para sentarse a la puerta o juntarse para conversar. Las mujeres de entonces maestras en este arte, eran quienes hacían ganchillo, bordaban, zurcían algún calcetín o remendaban algún pantalón del campo que de tantos trozos que tenía cosidos ya no se sabía cuál era su color original. La cesta de la costura hecha con costanas de castaño adornaba la bonita estampa. Incluso las niñas tenían la suya propia y eran educadas en el arte de la costura por sus madres y vecinas. Este traspaso de conocimientos y sabiduría, labraba en silencio el futuro del alumnado. Tanto niñas cómo jóvenes aprendían esas labores inculcadas desde pequeñas por sus mayores más cercanos.

Tornavacas, mujer cosiendo en su puerta
Tornavacas, vecina cosiendo en su puerta


Tornavacas, niñas aprendiendo a coser
Tornavacas, niñas aprendiendo a coser


Tornavacas, chicas jóvenes cosiendo
Tornavacas, chicas jóvenes cosiendo


Tornavacas, vecina cosiendo en la calle
Tornavacas, vecina cosiendo en la calle


Tornavacas, vecinas cosiendo en la calle
Tornavacas, vecina cosiendo en la calle


Es posible que la pérdida de la generación de los valores, refiriéndome a los nacidos antes, durante, o justo después de la guerra civil española, pues prácticamente ya se han ido casi todos, se haya llevado este valioso patrimonio. Personas todas ellas curtidas en tiempos difíciles. Muy duros. Hecho este, que le hizo ser muchos más sociables y humanos que nosotros. Pese a las dificultades y penurias que sufrieron, tenían tiempo. Tiempo para los demás, para reír, para divertirse y convivir y sobre todo para compartir. Posiblemente nuestra generación sea la primera que tiene hipotecado su tiempo. Ahora, para poder realizar actividades de ocio, quedar con amigos o tener una charla distendida, tenemos que comprar el tiempo, pues no tenemos libertad para disponer de él. Esto fenómeno es posible que se estudie en unos años por filósofos, sociólogos y analistas. Es probable que haya que repensar el sistema actual establecido y cambiar de conducta, dado que no parece augurarnos un buen futuro como sociedad.


Tornavacas, vecinos charlando
Tornavacas, vecinos charlando en la calleja los Escobones


Tornavacas, vecinos charlando
Tornavacas, vecinos charlando en la calleja los Escobones


Tornavacas, vecinos charlando
Tornavacas, vecinos charlando en las callejas


Tornavacas, vecinos charlando
Tornavacas, vecinos charlando en la plaza de la Iglesia


Tornavacas, vecinos charlando
Tornavacas, vecinos charlando en la plaza de la Iglesia


Tornavacas, vecinos charlando
Tornavacas, vecinos charlando en la calle Real de Abajo


Tornavacas, vecinos charlando en el corralón
Tornavacas, vecinos charlando en el corralón


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que bien que haya quien se preocupo de coger todas esas imágenes de vecinos que nos acompañaron en la niñez

chalecú dijo...

Es tan importante el legado que nos han dejado todas esas personas que nuestro deber es recordarles y mantenerlos en nuestra memoria. Intentar dejar documentado el máximo posible de sus conocimientos y vivencias para que no se olviden y sirvan a las generaciones futuras. Muchas gracias por tu comentario.