Camino por el silencio pero el chasquido de las hojas me delata, los
boletus me observan casi ocultos y las castañas se sumergen en el interior del “hojato”. El ganado también aprovecha el pienso del castañar y me mira con rareza. Los ratones corretean asustados mientras cae una rama seca desprendida por el viento. La niebla se apodera del barranco y la llovizna comienza a empapar la preciosa alfombra del otoño.
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Vaca en un castañar, Tornavacas |
Los últimos castañares autóctonos de Tornavacas sobreviven en silencio, ajenos a la mano del hombre, del hombre del siglo XXI, el moderno, el que camina hacia su propio deterioro. El hijo de aquél que plantó estas hermosas figuras que hoy sobreviven como pueden ajenas al progreso, pero que son capaces de sacar la más hermosa de la emociones del propio ser humano.
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Estampa de otoño, Tornavacas |
El otoño en lo más alto del Valle del Jerte va expirando, el viento desnuda a la arboleda. La lluvia, aunque más escasa que otros años, también arrecia en lo alto de la montaña tornavaqueña y pronto se verán los
picachos cubiertos de nieve. Mientras tanto disfrutemos de esta belleza efímera que se nos muere.