Como tradición y
aprendizaje de mis ancestros todos los días al amanecer observo la “mófera”, y
nada cambia. El recencio si se nota en la mañana y el rocío intenta refrescar
en la barrera, aunque pronto se esfuma. Cada vez hay menos horas de luz y aún así,
el sol alumbra en el hueco del pueblo. Hay lugares en los que ya no entra, y en
estos pequeños recovecos si se mantiene
algo de humedad en el subsuelo.
Curioso avance de
estación otoñal, las hojas quieren cambiar de estampa, pero el clima les
retiene. Las aguas no les azotan y los
vientos son resecos, el ocre avanza despacito, que aún no es ocre, solo es amarillo.
La naturaleza me enseña
algo nuevo: ¿Un octubre en Tornavacas y seco? Serán etapas en el clima, serán
períodos de sequía, serán las nubes perezosas que no quieren traer la lluvia.
Anotaré en mi cuaderno este fenómeno tan raro, para que quede constancia por
escrito, no vaya a ser que en unos años el recuerdo se me haya borrado.
El clima me desconcierta,
me confunde pero me enseña. Mientras tanto seguiré observando desde mi ventana la belleza del otoño… aunque sean
tiempos de calma.
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Antigua vivienda rural, Tornavacas |