Este rincón extremeño situado en una esquinita de la extensa Extremadura, parece estar bendecido. El patrimonio que atesora es impresionante, sus pueblos, sus gentes, sus costumbres y sobre todo su paisaje.
Es una isla "siempreverde" custodiada por grandes montañas y regada por un sinfin de manantiales, ésto da lugar a una vegetación específica nutrida por una tierra rica, fresca y bien recogida por los lugareños en trabajados bancales, donde crecen los hermosos cerezos. Arboles que sustentan la economía de la comarca y que son visitados en primavera cuando estallan en una belleza incomparable. La estampa desde el puerto de Tornavacas observando miles de cerezos en flor es algo que no se olvida fácilmente, el profundo barranco esculpido por las aguas, las laderas blanqueantes, los montes despertando y las cumbres aún cubiertas de nieve despiertan en el visitante una sensación única.
Puesta de sol, Valle del Jerte |
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