Nacido de un solo cuerpo, creado por más de un ser, ramificado hasta tocar el cielo y con los pies enterrados en el suelo. Regado por las nubes divinas, tapado por la cubierta invernal, alfombrado por los
duendes del bosque y abonado por especies del monte. Custodiado por cumbres eternas, visitado en los días de niebla, observando los malos momentos, recordando los tiempos que fueron. Añorando en mi sombra el sestil…¿Tanto tiempo ha pasado, desde aquello que vi?
Escribiendo mil y una página en mi propio cuaderno vital, saludando a los pocos amigos que …. Esos que siempre están.
Monumento para unos, alimento para otros, despensa que nunca se agota, reliquia para quien me quiere y me adora.
Así voy pasando mi vida, bonita, extensa, dura y querida, sin saber que pasará en ésta u otra centuria, sin dejar de observar al sol… ni tampoco a la lluvia.
Con la única certeza de que “quien bien te quiere tarde olvida”.
 |
Encina, Tornavacas |