Lejos quedan esos tiempos de nevazos sempiternos, que duraban en la sierra hasta otro agostadero. Sólo quedan los relatos y leyendas, escuchados de los sabios que pudieron conocerlos; las trochas hasta las fuentes, también para los muertos, las cabras en los majales, las gallinas que no salen, calados hasta los huesos con el "mantrinche" a las costillas, los lobos que no se espantan, comemos un cacho morcilla.
A la memoria de esa gente tan humana y trabajadora, a esos
paisanos de Tornavacas que vivieron en sus carnes la dureza de los tiempos de las nieves casi eternas.
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Robles con nieve en Tornavacas |
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