Hace ya varios años que no nos deparaba el clima tanta
abundancia de lluvias, como la que estamos viviendo en este año. Resulta casi
una bendición después de tanto tiempo de sequía prolongada, que obligaba a
algunas especies hasta el extremo, y muchas otras agonizaban hasta la muerte
durante el verano. Casi resulta extraño ver los arroyos tan bravos y el propio
río desbordándose en algunos puntos de su cauce. Aunque de raro nada, más bien
olvidado. Se nos olvida muy rápido que el invierno es de hielos, lluvia, frío y
nieve, como se ha visto este año. Y que la primavera debe continuar con esa misma
tendencia, si bien con las temperaturas más suaves, pero con abundancia de
precipitaciones que aseguren el sustento estival.
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Crecida en el río Jerte, Tornavacas |
Seguirán los torrentes bravucones mientras duren las nieves
en las
montañas del Valle del Jerte. Pero poco a poco irá mermando su caudal y
para entonces ya se nos habrá olvidado el
rugido que llevaban en invierno.
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Crecida en la Gargantilla del Cubo, Tornavacas |
Seguiremos
malgastando y contaminando un bien tan escaso
como el agua y que nos mantiene con vida. Volveremos a quejarnos cuando el sol caliente en el
estío y pediremos frescura y agua para sofocarnos del calor. Pero no
aprenderemos nunca que la Naturaleza es quien nos marca el camino, quien nos da
la vida, quien nos encauza cual arroyo de montaña, que nos permite alguna vez
salirnos de nuestro lecho, pero con la obligación de volver por nuestros
fueros, pues no somos si no una especie más de las que la componen.