En la cresta del Valle del Jerte dentro de la pequeñez de la tarde, cuando la timidez del sol no se atreve a entrar en las más profundas umbrías. Justo antes de morir el día, se entremezcla entre las ramas de los árboles una luz mágica y resplandeciente.Viene desde el horizonte en lo más hondo del valle y deslumbra entre las hojas, les saca los colores, parece que las sonroja.
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Otoño en Tornavacas |
Aunque no todos tienen la misma suerte, hay rincones que no conocen la magia. Se van adaptando al ciclo, les va cambiando la cara, se preparan para dormir quitándose la vestimenta. Los helechos se rindieron a la humedad de la noche, los castaños van cambiando de los verdes al ocre.
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Estampa otoñal, Tornavacas |
En la profunda
umbría de Tornavacas, los duendes del bosque comienzan a nacer y se pelean por el sitio. Saben de su corta vida y no pueden perder el tiempo, poco les importa el sol, creo que le tienen miedo. Son amigos de la lluvia, la humedad y la niebla, aparecen de repente y en pocos días se esfuman, pero siempre es una suerte poder verlos en su mundo, adentrarse en los misterios de éste bosque diminuto.
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Setas en la umbría, Tornavacas |
Antes de marcharse el sol, antes de marcharse el día, con sólo asomarse al balcón se ven estas maravillas. Estos pequeños tesoros que nos brinda la naturaleza, en la época del año en que se pone más bella, para poder disfrutar de nuestro inmenso patrimonio, para ponerse a pensar porque tanto deterioro. Si tenemos la magia en la puerta, si somos parte de ella, si no sabemos cuidarla... ¿Para qué vivimos con ella?
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Inicio del otoño, Tornavacas |